viernes, 8 de junio de 2012

¿Te acuerdas de David?


Querido Diario:

¿Te acuerdas de David? ¡Sí él! El chavo de la escuela con quien estuve saliendo. Después de años de amistad tipo “tu mejor amigo te tiene ganas”, di mi brazo a torcer (ajá tú ¡el brazo!) y nos hicimos novios.

Bueno, no sé si novios, novios, pero estuvimos acostándonos por varios meses hasta que -por un descuido mío- descubrió que soy prostituta. A partir de ese momento, todo comenzó a descomponerse hasta que terminamos. El caso es que, como además de amigos y exnovios, somos compañeros de clase, no hemos dejado de vernos y se mantiene entre nosotros la tensa calma de una relación fallida.

Sí, ya sé que decirle desde el principio a qué me dedico me habría evitado broncas, pero una no va por la vida contándoselo a todo el mundo: “Oye, qué buena estuvo la película que acabamos de ver, por cierto, ya que estamos en confianza, fíjate que me anuncio en internet, cobro tanto y podemos ponchar en los hoteles tales y cuales”.

Cuando conoces a alguien fuera del trabajo no sabes si más adelante va a pasar algo más o si puedes tenerle la confianza de contarle tus secretos. Igual poco a poco se empieza a cocinar una amistad o un romance, pero nunca llega el momento justo para soltar la sopa, antes llega el momento en el que el “demasiado pronto” se convierte en “demasiado tarde”, pero es tan sutil esa transición, que nunca he sabido identificarla.

Tal vez de eso se trata llevar una doble vida. Supongo que es la parte más difícil del oficio. Por más que hagas callo y aprendas a manejarte para mantener tu vida privada a sana distancia del oficio público, siempre existe el riesgo de que ser descubierta por alguien: la familia, los amigos, los maestros, los conocidos o, más canijo, los novios. Como que siempre está latente el riesgo de que alguien cache a Lulú Kent con el disfraz de Súper Petite y la reconozca.

Por eso prefiero seguir haciendo circo, maroma y teatro para mantener a Batichica en la Baticueva y a Lulú como la chavita inocentona que trabaja en relaciones públicas de una empresa ¿Sabes cómo inició la amistad que hoy tengo con Mat? Justamente porque me ha ayudado a construir una coartada creíble. Para mi familia y amigos, trabajo en la empresa donde él es directivo. Me mandó a hacer tarjetas de presentación y me dio un número de teléfono donde puedo recibir llamadas y contesta una secretaria muy buena onda que, sin hacer más preguntas, me toma los recados y después me llama para dármelos.

De cualquier modo, siempre estoy cerca de ser descubierta. Pasa más seguido de lo que quisiera: Que voy acompañada de alguien que no sabe qué onda y me encuentro con un cliente, que estoy atendiendo una llamada de trabajo (de esas en las que doy detalles precisos de lo que se vale y no se vale hacer en una cita) y cuando volteo veo demasiado cerca a alguien que pudo haberme escuchado -como me pasó con David-. Ya me ha pasado, algunas veces, que llego a atender a una persona que conozco de otro lado (un chavo que estudia en la misma escuela que yo, un amigo de la infancia o un profesor que había ido a la escuela a dar una conferencia).

Afortunadamente, el secreto sigue razonablemente a salvo. Pero te decía ¿Te acuerdas de David? Pues resulta que, conforme se acerca el fin de cursos, se ha ido poniendo raro, quiere pasar conmigo más tiempo, se mete en mis asuntos, me visita sin avisar y me hace pucheros cuando le ganan los celos.

Tiene claro que no existe chance de que volvamos, pero no sé, como que no se hacía a la idea de perder de plano la esperanza. Pero como ahora que terminemos la escuela dejaremos de vernos diario, le agarraron las prisas. El caso es que hoy vino a mi depa y me encontró con Romeo.

Habíamos estado cogiendo toda la tarde. Yo venía regresando de un viaje de trabajo y tenía muchas ganas de ver a mi Montesco, así que lo invité a mi depa. Comenzamos a hacer el amor como a las tres de la tarde, la última ponchada fue a eso de las nueve, cuando el hambre nos obligó a salir a buscar qué cenar. Veníamos saliendo del elevador, yo colgada de sus labios y con esa vibra que emanan quienes acaban de tener un acostón fenomenal, cuando nos topamos de frente con David, que nos veía con una mirada entre la incredulidad y el rencor.

De esas veces que ves cómo alguien se descompone del coraje. En el momento no me hizo la gran escena de celos, nada más se fue como si le hubiera acomodado una patada entre muslo y muslo.

Un par de horas después, cuando estaba viendo una película con Romeo, recibí en mi teléfono un mensaje de texto de David: «Oye y ¿Ese wey sabe a qué te dedicas?». No respondí, pero creo que con esa pregunta terminó por sepultar bajo toneladas de escombros lo poco que quedaba de nuestra amistad. Eso sí, mañana me va a oír.

Un beso
Lulú Petite

No hay comentarios:

Publicar un comentario